Cubrir nuestras necesidades sin comprometer las decisiones de las generaciones futuras para satisfacer las suyas, es el principal objetivo de lo que conocemos como desarrollo sostenible. Engloba tres elementos fundamentales que deben complementarse en armonía: la sostenibilidad ambiental, la sostenibilidad económica y la sostenibilidad social, siempre desde una perspectiva de largo plazo.

En septiembre de 2015, la Asamblea General de Naciones Unidas aprobó “La Agenda 2030” para el desarrollo sostenible, en ella se establece una visión trasformadora e integral para el desarrollo humano con un carácter sostenible en las dimensiones social, ambiental y económica. Esta agenda contiene 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) que proponen un nuevo escenario de actuación a favor de la paz, la justicia, la promoción de la educación, la seguridad alimentaria, el desarrollo energético, y contra el cambio climático.

Acertó Kofi Annan, “hay un nuevo entendimiento universal de que las fuerzas de mercado son esenciales para el desarrollo sostenible”. Sin la iniciativa privada será imposible alcanzar los objetivos de “La Agenda 30”. A los gobiernos responsables les consta que – más allá de la demagogia en la que muchos caen- están obligados a facilitar la inversión y la gestión de los empresarios que arriesguen su capital al servicio de todos, llegando a donde el sector público nunca llegó.

Por fortuna, al menos en las grandes ciudades se ha multiplicado la preocupación por salvar lo que está en serio peligro. Si pretenden alcanzar los objetivos de 2030, las grandes urbes españolas necesitan de una inversión adicional de entre 1.000 y 4.000 euros por ciudadano. Sirva de ejemplo la capital de España, Madrid debería invertir más de 5.000 millones hasta 2030 para ser una ciudad sostenible.

Ahora lo sabemos. No heredamos la propiedad de la Tierra, tenemos su uso y disfrute, pero no es nuestra, nuestra es la obligación de dejarla a nuestros hijos mejor que nos la dejaron a nosotros. Es mucha nuestra responsabilidad. Nuestros abuelos no podían conocer los peligros a los que, de no remediarlo con urgencia, expondremos a nuestros hijos y nietos, nosotros sí.

Equipo de Comunicación